Las islas Juan Fernández, uno de los últimos territorios poblados por humanos, han sido históricamente representadas como un paraíso edénico detenido en el tiempo. Este artículo examina las representaciones de las islas en tanto frontera ambiental y civilizacional, centrándose particularmente en el papel del turismo de cruceros a la isla Robinson Crusoe que alcanzó su punto máximo en el período de entreguerras. Sostenemos que el turismo de cruceros fue fundamental para cimentar una imagen de Juan Fernández como un lugar primitivo, congelado en el momento en que Alexander Selkirk abandonó la isla en el siglo XVIII. Más aún, esta figura, inmortalizada en la novela Robinson Crusoe del británico Daniel Defoe, inspiró el establecimiento de rutas turísticas a las islas desde Valparaíso, en el que tanto chilenos como extranjeros entablaron discursos en torno al archipiélago como un espacio de ocio, que fue contingentemente espacio geoestratégico clave del Chile insular, pese a sus desafíos de infraestructura. Basándose en los conceptos de “frontera” y “paisaje”, el artículo dilucida cómo este destino-imagen idealizada de un Juan Fernández romántico se ha visto reforzado por el establecimiento de las islas como espacios turísticos relevantes tanto en el ámbito nacional como internacional.