Santiago de Chile, al igual que muchas otras ciudades y capitales de América Latina, fue construida en sus primeros doscientos años casi de modo exclusivo utilizando la técnica del adobe. Esta técnica, hoy en día relegada al ámbito rural y a la producción artesanal, en los siglos XVI y XVII tuvo un carácter completamente distinto, pues su producción estaba reglamentada, se requerían licencias para fabricar adobes, se debían pagar impuestos, etc. Acerca de estos importantes aspectos, que constituyen parte de las primeras disposiciones normativas edificatorias y que conciernen específicamente el ámbito de la construcción, la historiografía chilena ha indagado de manera exigua, pues los estudios coloniales suelen remitirse a su último siglo, desde mediados del XVIII hasta la Independencia del país, y a aspectos más bien de orden urbano. Por ello, a través de una exhaustiva revisión de las Actas del Cabildo de Santiago del periodo comprendido entre 1541 (año de la fundación de la capital) y 1680, se obtuvieron importantes datos acerca de estas primeras reglamentaciones edilicias, las que sin duda constituyen un aporte a la historia de la construcción de la capital de un periodo poco estudiado.